Alejandro refleja en este recital (que recoge su primer trabajo discográfico con composiciones propias) su manera de entender la guitarra flamenca de concierto. Una guitarra que nos presenta desnuda, arropada por la mínima percusión necesaria en los temas a compás, pero sin más complementos. Para él la guitarra es tan importante que no ha querido añadir ningún elemento que pueda distraer de la atenta escucha de sus maravillosos sonidos.
Podremos escuchar piezas compuestas a lo largo de los últimos años: desde esa Soleá compuesta cuando Alejandro apenas contaba 20 años, hasta el Zapateado, compuesto y grabado en tan solo tres semanas cuando ya había empezado la grabación del resto de los temas, o esas Taranta y Seguiríya que le valieron el Bordón Minero.
Su gran conocimiento y respeto por los maestros de la guitarra flamenca queda también recogido en las composiciones que nos ofrece. Cualquier aficionado podrá reconocer los guiños que aparecen en sus composiciones, a modo de homenajes sonoros a los grandes guitarristas que, directa o indirectamente, han forjado su manera de tocar y de entender la música. Algo que queda especialmente plasmado en esa magnífica Bulería, especie de crisol, en la que cada falseta evoca a uno de los maestros de la guitarra a los que tanto admira.
